Introducción
a la Hermenéutica
H
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ermenéutica (del griego hermenevein,
interpretar). Es
el arte o ciencia establecida para la interpretación de textos y muy
especialmente la interpretación de los Textos Sagrados.
Nosotros nos ocuparemos de
aquella hermenéutica aplicada a la interpretación de los Textos Bíblicos
respetando el contexto
histórico y gramático1 en el cual fue dada la Palabra de
Dios, considerando el sentido ordinario de las palabras, las figuras literarias
y retóricas, así como las parábolas, la poesía y la profecía.
1Si deseamos resultados
fructíferos permanentes al estudiar la Biblia, es de suma importancia aprender
a estudiarla respetando y considerando estas dos cosas: (a) La época en que se escribió cada Libro de la Biblia, a quién fue
dirigido, qué factores sociales y culturales influían en el escritor, etc., y (b), La perfecta armonía textual de la
Biblia (nuestra interpretación de algún Libro o pasaje bíblico nunca deberá
contradecir otra parte de la Biblia, demostrando así su sobrenatural cohesión),
el estilo literario del escritor, la intención de las palabras escritas, entre otras.
La Hermenéutica establece los
principios, métodos y reglas, que son necesarios para revelar el
sentido de lo que está escrito. Su objetivo es esclarecer todo lo que pudiera
parecer oscuro o difícil de entender, de manera que, mediante un proceso
inteligente, todo lector pueda comprender correctamente la intención e ideas
exactas con que se escribió cualquier Libro de la Biblia. Provee además, las
herramientas necesarias para ser un intérprete fiel de las Escrituras (1 Co.
2:4; 2 Co. 4:2).
Cómo dejar de ser un simple lector de la biblia y convertirse en un
intérprete fiel de la palabra de dios
1. Empieza con oración.
2. Lee la Palabra.
3. Estudia la Palabra.
4. Medita la Palabra.
5. Memoriza la Palabra.
6. Lee lo que otros han escrito
acerca de la Palabra.
7. Obedece la Palabra.
8. Predica la Palabra.
Alguien lo ha dicho en una manera
muy breve y persuasiva: “La Biblia
—apréndela de memoria; guárdala en tu corazón; muéstrala con tu vida; siémbrala
en el mundo”.
1. Empieza
con oración.
No ha habido ningún libro que
haya sido escrito por hombre que otro no puede entender. Pero la Biblia es
diferente. No se puede entender la Biblia a menos que el Espíritu Santo sea el
instructor. Él desea enseñarnos. El Señor dice: “Él
os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Al
abrir la Palabra de Dios debemos suplicar como el salmista: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu Ley.” (Salmo 119:18). Cuando el salmista escribió estas
palabras, claro que él estaba pensando en el sistema antiguo, antes de la era
cristiana. Hoy día lo extendemos para incluir todos los libros de la Biblia, y
podemos decir, “Abre mis ojos, y
miraré las maravillas de tu Palabra.”
Pablo oraba por los efesios del siguiente modo:
“Para que el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de
revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y
cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” (Ef. 1:17, 18).
La oración de Pablo era que el
Señor les diera, a los creyentes de la Iglesia de Éfeso, sabiduría para
entender la Palabra. Cada vez que Pablo hacía sus oraciones le pedía a Dios que
abriera los ojos espirituales a los efesios para discernir correctamente las
Escrituras Sagradas.
Esta es la oración del apóstol
Pablo, y si alguien se acuerda de mí mientras ora, esta es la oración que
quiero que eleve —que mis ojos espirituales sean abiertos—. También me gustaría
recordarlos a ustedes en oración así. Creo que la cosa más importante para
ustedes y para mí hoy en día es conocer la voluntad de Dios, y para conocer la
voluntad de Dios debemos escudriñar diligentemente las Escrituras.
No nos es posible conocer la
Palabra de Dios a menos que el Espíritu de Dios sea nuestro Maestro. Eso es lo
que dice Pablo en su primera epístola a los corintios:
“Y nosotros no hemos
recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que
sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras
enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando
lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que
son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente.” (1 Cor. 2:12-14).
La razón por la cual tantos no
entienden nada de la Biblia es simplemente porque no dejan que el Espíritu de
Dios les enseñe. La Palabra de Dios es diferente que cualquier otro libro
porque el hombre común no puede apreciar estas cosas, y le parecen una locura.
Dios nos ha dado el Espíritu Santo para guiarnos en la loable tarea del estudio
a la Biblia. Él, y solo Él (el Espíritu Santo), es nuestro Maestro; sólo Él
puede tomar la Palabra de Dios y darle significado, pero para que esto suceda
nosotros debemos pedirle humildemente, con nuestras propias palabras, que nos
ayude y nos abra el entendimiento para que conforme vayamos avanzando en
nuestra lectura y estudio logremos discernir cada palabra escrita.
2. Lee
la Palabra.
Leer la
Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis es el primer paso del Estudio Bíblico.
De hecho, leer la Biblia no es el único paso de nuestra jornada, sino una disciplina
que debemos mantener toda nuestra vida.
En el libro de Nehemías vemos algo muy interesante:
“Venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades; y
se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la
puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la
ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo
la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos
los que podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro
delante de la plaza que está delante de la puerta de Las Aguas, desde el alba
hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían
entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.” (Nehemías 8:1-3).
Este es un pasaje muy notable de
las Escrituras. El pueblo hebreo había estado cautivo en Babilonia por unos
setenta años; muchos de ellos nunca habían oído la Palabra de Dios. Es probable
que hubiera una sola copia de la Ley, o tal vez dos, y Esdras tenía una de
ellas. Se paró y leyó delante de la puerta de Las Aguas a todo el pueblo.
“Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido,
de modo que entendiesen la lectura.” (Nehemías
8:8).
Veo, por la manera en que se
relata la historia, que colocaron a hombres de la tribu de Leví en ciertos
lugares entre la gente. Después de leer alguna porción, Esdras dejaría de leer
para que los que escuchaban tuvieran la oportunidad de hacerles preguntas a los
hombres que se apostaban cerca de ellos para explicárseles la Biblia.
“Y los levitas hacían entender al pueblo la
ley; y el pueblo estaba atento en su lugar.” (Nehemías 8:7b).
No solo leían la Palabra, sino
también se aseguraban de que el pueblo entendiera lo que leían.
Nos hace falta leer la Biblia, y
aún más, profundizar en ella con tesón. No es suficiente leer sólo unos
versículos favoritos. Hay que leer toda la Palabra de Dios. Ese es el único
método de conocerla, y es el método de Dios.
Lean la Palabra de Dios. Si no la
entienden la primera vez, léanla por segunda vez. Si no la entienden la segunda
vez, léanla por tercera vez. Sigan leyéndola sin desmayar. Permítanme decirles
que no perderán el tiempo. Debemos estudiar con ahínco los hechos de la Palabra
de Dios.
3. Estudia la Palabra.
Nosotros
debemos hacer más que simplemente leer si queremos conocer toda la bendición de
la Palabra de Dios (debemos estudiar). Muchos cristianos creen incorrectamente
que un estudio a fondo de las Escrituras es solo para teólogos, pero las
Escrituras nos enseñan ellas mismas que el
estudio de las Escrituras es para todos. En Hch. 17:11 vemos un gran
ejemplo: “Y éstos eran más nobles que los que
estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando
cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.”
Pedro mismo admite que dentro de
las Escrituras del Nuevo Testamento hay algunas difíciles de entender (2 P.
3:16) y lo que es peor, los que no las entienden por ser neófitos e indoctos las
tuercen y enseñan mal, arrastrando a multitudes hacia el error; es por ello la
imperiosa necesidad de estudiar con disciplina y paciencia, pues solo así
creceremos en conocimiento de Dios y además evitaremos ser engañados por falsas
doctrinas.
Es importante considerar dentro
de nuestra biblioteca personal por lo menos lo siguiente:
- Una Biblia de estudio.
- Al menos 2 versiones diferentes
de la biblia.
- Un diccionario de la lengua
española.
- Un diccionario bíblico.
4. Medita
la Palabra.
¿Qué significa en verdad meditar en la Palabra de Dios? Hay una
declaración muy interesante en el primer Salmo:
“Bienaventurado el varón que no anduvo en
consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de
escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y
en su ley medita de día y de noche.” (Salmo 1:1, 2).
El meditar es reflexionar,
recordar, y considerar una y otra vez. Hay que tomar lo que hemos leído y
estudiado, y luego meditar en ello.
La meditación en la Palabra de Dios es y debe ser
un artículo de primera necesidad.
Francamente, la televisión en
muchos hogares elimina la posibilidad de meditar, y está cambiando la vida
espiritual de muchas familias. Una de las razones por la cual nuestras iglesias
tienen una frialdad y una indiferencia en cuanto a la Palabra de Dios es
simplemente debido a la falta de meditación en ella.
Como
cristianos debemos darnos cuenta de que la meditación es una disciplina que nosotros debemos practicar. La Meditación
Bíblica es simplemente la disciplina de concentrarse o centrar toda nuestra
mente en la verdad de la Escritura de modo que mejoremos nuestra comprensión de
ésta y lo más importante de todo es que la apliquemos a nuestras vidas.
Las siguientes sugerencias nos
podrán ayudar a aprender a meditar:
- Elije un pequeño texto de unos cuantos
versículos; no más de un párrafo.
- No te apresures para leer.
- La oración permite la meditación.
- Lee el texto varias veces. Concéntrate en el
significado de cada palabra y frase.
- Anota tus descubrimientos en un pequeño
cuaderno. Escribe cómo eso se aplica a tu vida y medita en tus notas.
- Continúa meditando en el pasaje y en lo que
has aprendido.
5. Memoriza
la Palabra.
La
Palabra de Dios nos exhorta a hacerlo (2 Ts. 2:15; 2 Ti. 3:14). Mientras estamos
leyendo o estudiando la Palabra, encontraremos versículos claves que tendrán un
significado especial para nuestras vidas. Nosotros debemos memorizar estas
porciones de las Escrituras de modo que ellas puedan continuar recordándonos lo
que hemos aprendido y cómo debemos vivir. La memorización de la Palabra de Dios
es la clave si queremos ver el fruto completo de nuestra lectura y estudio de
la Biblia.
Memorizar
las Escrituras es una de las disciplinas
cristianas mas ignoradas. Muchos cristianos creen que aprenderse de memoria
las Escrituras es simplemente muy difícil. Esto no es verdad. Todos pueden hacerlo,
solo es cuestión de empezar y no desfallecer en el intento. Las siguientes
sugerencias nos pueden ayudar:
a. Memoriza pequeñas porciones. Comienza con pequeñas porciones de
la Escritura. No desesperes; es una disciplina para toda la vida.
b. Memoriza los versículos de tu interés. Memoriza los versículos que te
interesan o te pueden ayudar con tu crecimiento espiritual. Por ejemplo, si
tienes un problema con la paciencia entonces memoriza versículos que hablen
sobre las virtudes y la bendición de la paciencia.
c. Memoriza sistemáticamente. Memoriza versículos que traten
con un tema específico. Cuando hayas dominado esos versículos, elije otro tema
y comienza de Nuevo.
d. Memoriza en las oportunidades. Lleva tus versículos a memorizar
contigo en pequeñas tarjetas. Trabaja en la memorización de la Biblia cuando
estés manejando hacia el trabajo, estando conectado(a), limpiando la casa, etc.
e. Revisa periódicamente los versículos de la Escritura
que ya has memorizado, de modo que ellos siempre estén firmemente enraizados en
tu corazón y mente.
6. Lee
lo que otros han escrito acerca de la Palabra.
Para una
correcta interpretación y estudio de la Palabra de Dios, es importante leer lo
que otras personas han escrito y comentado acerca de la Palabra de Dios con el propósito, no de depender de lo
escrito por ellos, sino de comparar lo que Dios nos ha revelado con lo que
le ha revelado a otros incluso siglos atrás.
Es bueno saber lo que pensaban
los padres de la iglesia temprana, los primeros cristianos, los reformadores,
los puritanos, etc., para darnos cuenta de que la Biblia trasciende fronteras,
culturas y lenguas y que Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos de los
siglos.
Esta es una manera práctica de saber si estamos
interpretando la Biblia correctamente o no, ya que si nosotros
interpretamos la Biblia de un modo pero la historia del cristianismo dice todo
lo contrario, seguramente nos hemos equivocado, y entonces es necesario
recapitular y estudiar con más cuidado.
Un
ejemplo muy claro lo vemos con los 4 evangelios, los cuales fueron escritos por
personas diferentes, en tiempos diferentes, pero todos tienen una gran verdad:
Jesucristo vino en carne, entregó su sangre voluntariamente en la cruz para
redimir al pecador y resucitó al tercer día. 4 mentes totalmente distintas pero
guiadas por un mismo Espíritu. ¿El resultado? Una perfecta descripción de la
obra redentora de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
7. Obedece
la Palabra.
Tu
lectura, estudio, memorización y meditación de las Escrituras tiene un solo
propósito principal: Obediencia (1
P. 1:2; 1:22). El objetivo de la vida cristiana no es conocer o entender, sino
la transformación de nuestro carácter a través de nuestra obediencia a la Palabra
de Dios.
La obediencia también es
importante porque hay personas que juzgan la cristiandad por la vida de usted,
y la mía, y nos miran hoy en día. La mejor manera de poner en alto el Evangelio
de Jesucristo es viviendo una vida digna del Evangelio. Obedeciendo la Palabra
de Dios demostramos nuestra fe. Nuestra
conducta sujeta a la Verdad es el testimonio visible del poder de un Dios
invisible.
¡Cuán importante es obedecer la
Palabra de Dios! Yo creo que actualmente los que son miembros de iglesias perjudican
más a la cristiandad que cualquier otro grupo. Esa es una de las razones por la
cual vemos toda esta rebelión fuera de la iglesia. Rebelión contra el
establecimiento es rebelión contra la iglesia porque ella es el establecimiento.
En un cartel que se llevaba durante una marcha de protesta se escribían cuatro
palabras: “Iglesia —No; Jesús —Sí”. Francamente, no hay duda de que las vidas
que llevan muchos que se dicen cristianos es la causa de que multitudes se aparten
de la iglesia o que incluso ni siquiera quieran acercarse a una (Rom. 2:24).
8. Predica
la Palabra.
El error más grande dentro del
cristianismo es querer predicar a otros solo con palabras, de tal modo que
queremos persuadirles como si estuviéramos vendiendo algún producto maravilla.
No hay predicación más contundente que aquella que proviene de nuestro estilo
de vida. Las palabras convencen pero los hechos arrasan.
En Timoteo 4:16 Pablo
dirigiéndose a Timoteo lo exhorta a que cuide su testimonio como creyente de
Cristo asimismo como la doctrina que pudiera llegar a enseñar. El testimonio
personal es tan importante como un correcto trazo de la Palabra.
El ministro de Dios no solo debe
dar buen testimonio con los que están dentro de la iglesia sino también con los
de afuera (1 Ti. 3:7; 5:10). Es menester que cada discípulo de Cristo dé frutos
dignos de Él (Mt. 7:16-20).
Por consiguiente, una vida
agradecida, jamás callará, sino que siempre querrá hablar las maravillas de
Dios, porque ciertamente para esto fuimos llamados (Mr. 16:15; 1 Co. 9:16;
1 P. 2:9).
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