CUALIDADES
DEL INTÉRPRETE DE LAS ESCRITURAS
- Ser respetuoso
ante la Palabra de Dios.
La Biblia es la revelación del
Altísimo, es el favor inmerecido de Dios hacia el hombre, es el Pacto sellado con la sangre de
nuestro Señor Jesucristo; por lo cual, demanda reverencia, respeto y
humildad. Una persona que desee estudiar los Escritos Sagrados haciendo uso de
la jactancia, la soberbia y la irreverencia jamás obtendrá un ápice de
bendición sino que será la misma roca que le hará caer (1 P. 2:8). Si hay algo
que Dios ve en alta estima es aquel hombre que se acerca a su Palabra
reconociendo su señorío y majestad (Is. 66:2). La Palabra de Dios es más que
suficientemente digna de ser recibida por todos (1 Ti. 4:9).
- Disposición a
ser instruido.
Si nosotros nos portamos reacios
ante la Palabra de Dios, jamás podremos entenderlas, dado que estas se han de
discernir espiritualmente (1 Co. 2:13-14) a partir de un corazón manso (Stgo.
1:21). A cada paso, la Biblia es un cúmulo de enseñanzas de principio a fin (Ro. 15:4) es por ello que
este punto se destaca.
- Aptitud para
enseñar a otros.
El intérprete de las Escrituras
debe ser apto para enseñar a otros (1 Ti. 3:12; 2 Ti. 2:24). No sólo debe
ser capaz de entender las Escrituras sino también de instruir a otros,
en forma vívida y clara, lo que él entiende. Sin esta aptitud, todas sus otras
dotes y cualidades de poco o nada le servirán. Por consiguiente, el intérprete
debe cultivar un estilo claro y sencillo, esforzándose en el estudio necesario
para extraer la verdad y la fuerza de los oráculos inspirados de manera que los
demás los entiendan fácilmente.
- Amante de la
verdad.
De imperiosa necesidad, para el
estudio de la Palabra, es un corazón deseoso de conocer la verdad y que se
deleite en ella (1 Co. 13:6; Ef. 4:15), porque en esta Verdad toda obra del corazón sale a la
luz. Y téngase presente que el hombre no posee por naturaleza un
corazón que anhele la santidad, sino al contrario, el ser humano tiene un
corazón que huye de la Verdad espiritual y abraza con preferencia el error y el
vivir en tinieblas (Jer. 17:9; Jn. 3:19-21).
- Paciente en el
estudio.
Además de ser uno de los frutos
del vivir en el Espíritu, el exégeta debe ser una persona paciente y perspicaz
durante el estudio de la Palabra, ya que así como encontramos porciones que se
pueden discernir con el sentido común, así también Dios ha determinado que
algunos temas no estén visibles para el lector promedio, sino que se requiere
trabajar arduamente para poder encontrar esos tesoros escondidos (Ro. 11:33; Ef.
3:16-19).
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